Los colores rojo, blanco, azul y negro simbolizan respectivamente el fuego, el agua, el aire y la tierra; es decir, los cuatro elementos de la naturaleza. Por otro lado, también pueden verse las cuatro estaciones del año: la primavera está representada por el verde, el verano por el púrpura, el otoño por el amarillo y el invierno por el gris. Todos estos elementos aparecen mezclados y colocados sin ningún orden. Ya ha sido todo creado, pero no ordenado. El gran círculo, la figura perfecta y el centro de atención, representa a Dios dispuesto a llevar a cabo su obra.

Ya han sido creados los planetas, que flotan sin orden ni sentido por el universo. Hay grandes bolas de distintos colores. Algunas de ellas están todavía sin terminar. El conjunto presenta unos tonos más claros y vivos que el mural anterior.

La unión del agua, representada por el blanco y el gris, junto con el aire representado por el azul, trae como consecuencia el nacimiento de la vida, la Naturaleza, representada por el verde. En los dos murales anteriores se habla de la creación del universo. En éste se refiere a la creación del planeta Tierra y de los elementos básicos para el ser vivo: el agua y el aire.

Muestra un momento oscuro. Ante la humanidad aparecen una serie de hechos o circunstancias poco comprensibles y difíciles de dominar. En medio de esta incertidumbre y de este miedo, el ser humano se inventa unos dioses, unos seres distintos para que le protejan. Aparece así la adoración a los elementos de la naturaleza o a seres extraños. Este mural nos habla de la fase primitiva del ser humano donde el tipo de religión existente es la natural. Dios todavía no se ha manifestado de forma evidente y el ser humano necesita de algún ser superior a quien pedir protección.

De entre las tinieblas, la oscuridad y el dolor que dominaba a la humanidad surge victoriosa la cruz. La desesperación, el luto, todo queda vencido y resuelto por la cruz. La cruz no solo vence al mal, no solo se impone a todas las divinidades y religiones de tipo natural, sino que es la fuente de la esperanza. Por eso todo el mural aparece en tonos verdes. Lo que el artista quiso representar con la cruz fue que Cristo murió, y todos lo seres humanos antes y después de él han experimentado la muerte, pero él resucitó y ello llena a la humanidad de esperanza.

La cruz libera, pero por culpa de la intolerancia humana, muchos de los seguidores de Cristo sufren el martirio. Los clavos de la izquierda o la parrilla de la derecha son símbolos de los sufrimientos a los que han sido sometidos. Todos ellos antes de su muerte experimentaron en su cuerpo la liberación de la cruz y habían sido “heridos” por las flechas del amor. Las flechas que aparecen pueden también tener otro sentido y referirse al martirio de San Sebastián. En el centro de la composición unas personas maltratadas y heridas siguen sosteniendo la cruz en medio de su dolor.

El rojo representa las ideologías materialistas que rompen y destruyen al ser humano, recogido en la parte derecha. En el centro, en medio de tanta lucha, surge otra vez, como un remanso de paz, la cruz que conserva el color verde de la esperanza y tiene el blanco de la pureza.

Como consecuencia del apego que tiene el ser humano a la vida y a lo material surge de nuevo la esclavitud. Unas rejas realizadas en negro, el color de la tierra, muestran cómo las personas rechazan la luz y la esperanza y prefieren esclavizarse atándose a este mundo.

El ser humano, en esta misma línea, necesita tener cada vez más cosas y asegurar ante el resto lo que ya posee. Surgen así las guerras, representadas por la bomba atómica. En el centro hay una abstracción de la persona. El gris, símbolo del apego a la vida, y el negro, color de la tierra, muestran al hombre materialista. La muerte, la destrucción y la sangre aparecen mediante el rojo en distintos tonos y con la representación de la nube que surgió tras la bomba atómica.

Desde el mural número 5 hasta el 9 se expresa lo siguiente: Cristo vino al mundo y murió para salvar a la humanidad. Pero al ser humano no le convenció el sacrificio y continuó buscando una solución a su vida. Así surgen unas ideologías materialistas que le llevan a un estado de desconfianza y angustia tal que, para defenderse, medio mundo se arma contra la otra mitad.

No obstante, la Iglesia es el verdadero testigo de que en Dios Padre, quien ha creado al ser humano y lo ha convertido en su hijo, en Dios Hijo, que nació y murió para salvarlo, y en el Espíritu Santo, que le regala la fe, se puede encontrar el refugio y la fuerza para seguir caminando. Desaparecen así los miedos, el apego a este mundo y la humanidad se da cuenta de que es la victoria de la cruz la que trae la verdadera esperanza.

En este mural sobre un fondo gris y negro, colores que aluden a la tierra, a lo material, a la angustia y al dolor, aparece un figura potente. Un Cristo rojo, color del amor pero también de la ira, al que se le ha colocado un aura blanca, símbolo de la verdad y la pureza. En un primer proyecto Basterretxea quiso colocar a Cristo de espaldas para transmitir el mensaje de un Dios que está enfadado con la humanidad. Este Dios ha hecho todo lo imaginable, incluso enviar a su hijo, y sin embargo el ser humano no le ha escuchado. Cristo era quien más había sufrido, puesto que lo habían ejecutado injustamente, y harto de la maldad humana le da la espalda para ver si así consigue que el ser humano se arrepienta. Esto, por estar alejado de toda teología cristiana, no fue admitido y en su lugar se representó al mismo Cristo que se había proyectado en un principio, pero de frente. Esta figura conserva el color y los puños del primero, pero el mensaje que transmite es totalmente opuesto.

Estos dos murales están a cada lado del crucificado. Los colores se han vuelto claros y luminosos, dominando los amarillos y los verdes. Los colores fuertes que se venían utilizando hasta el momento han dejado paso a otros muchos más suaves que reflejan el cambio que se ha producido en la humanidad tras la resurrección de Cristo. Los paisajes simbolizan el hecho de que el fiel ahora siente una profunda paz por la certeza de sentirse salvado.

El propio Basterretxea describió este mural como “el abrazo de la armonía, aspiración universal”. El color predominante es el verde que viene a representar el equilibrio de las fuerzas.

Destaca la gran esfera de luz que simboliza la armonía y el equilibrio que produce el conocimiento de la verdad. Es “la luz radiante de la verdad”. Este mural tiene un gran equilibrio compositivo, puesto que existen casi las mismas manchas de color a ambos lados de la esfera.

Aparece la figura de un hombre, en marrón, color del hábito franciscano, que tiene unas manchas rojas en las manos, en los pies y en el costado. Representa a San Francisco de Asís, fundador de los franciscanos, tras haber recibido los estigmas que le unen íntimamente a la pasión de Cristo. El primero en recibirlos fue él y, según la teología, son una huella sobrenatural que simbolizan la participación en los sufrimientos de Cristo en la cruz.

Inspirado en el Cántico de las Criaturas de San Francisco, Basterretxea interpretó en este mural las siguientes palabras: “Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal de la cual ningún hombre viviente puede escapar”. Los colores suaves, la actitud de la figura, esa especie de flores sobre el pecho y de pájaros en la cabeza pretenden transmitir un mensaje de paz. San Francisco es un hombre que entrega pacíficamente su alma.

En estos murales se representan los versos que San Francisco escribió sobre las hermanas plantas, la hermana luna, el hermano sol y las hermanas estrellas. Basterretxea llega a la conclusión de que Dios es el sol espiritual del alma que ilumina el corazón del ser humano interpretando estas palabras. Por otra parte, la luna que el artista reflejó simboliza a María quien engendra a Cristo en el alma del fiel y comunica la gracia de Cristo como la luna comunica la luz del sol. Y las estrellas representarían, según el propio artista, “lo que Dios ha puesto a nuestra disposición para ir hacia él al hacernos entrar tal día y tal hora en el tejido vivo del mundo terrestre”.