“La mujer, que estaba preñada de esperanza a los pies de la cruz,
ha dado a luz a un precioso niño que expresa ya de forma física y material
que ha llegado el nuevo mundo”.
Xabier Egaña
Xabier Egaña es un artista al que no le interesa la obra de arte en cuanto a técnica o belleza, sino como conjunto de signos que le permiten transmitir un mensaje concreto. El problema que Egaña planteó a la hora de pintar el camarín de la Virgen de Arantzazu fue el de la existencia del mal, del dolor, de la injusticia. Para ello se basa en el libro de Job. Al igual que Job, no entiende la razón del dolor, que considera como algo sin sentido. Pero cree en Dios, a pesar de las preguntas y las dudas, tiene fe en que algún día llegará la Jerusalén celestial, el nuevo mundo, en el que sólo el amor, la paz y la justicia existan, habiendo desaparecido el dolor.
Esta obra de Egaña está formada por ocho paneles que cubren un total de treinta metros de largo por cuatro y medio de ancho. Estos murales expresionistas se pueden agrupar en cuatro conjuntos temáticos: la Creación, el Mundo, la Salvación y el Apocalipsis y la Esperanza. El propio Egaña los explica sin seguir el orden consecutivo.
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Lo absurdo del dolor
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La creación
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Con la Cruz a cuestas y el descendimiento
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La desesperación total
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La imagen de la Virgen de Arantzazu
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Los cuatro caballos del Apocalipsis
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Fuente de esperanza
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Paz y amor
Recoge lo absurdo del dolor. Una figura descoyuntada representa a Job y aparecen las figuras de sus tres amigos que intentan consolarle. Job fue sometido a terribles pruebas para probar su virtud, sin embargo, no negó a Dios. Este mural plantea la siguiente pregunta: Si Job era un hombre justo, ¿por qué tuvo que sufrir tantas calamidades? ¿Qué sentido tiene el sufrimiento del justo? La conclusión es que Dios no permitiría jamás que hubiese mal si no fuese tan poderoso y bueno que del mismo mal hiciera salir algún bien.
El tema central de este mural es el de la Creación. Dios, representado como un obrero con un buzo azul, desciende al mundo y hace nacer a Eva de la costilla de Adán. A partir de ahí comienza la historia de la humanidad. El resto de figuras son testigo del acontecimiento. Dios, con su buzo, es dibujado como un ser cercano a los trabajadores. Algo totalmente rompedor con respecto a los modelos iconográficos tradicionales. La ciudad que aparece en la parte superior representa la ciudad del futuro, la que se va construyendo lentamente a costa de mucho sufrimiento “sin sentido”.
Este mural refleja dos temas: Cristo con la cruz a cuestas y el descendimiento, en la parte superior derecha. Todos los personajes aparecen vestidos con buzos y al fondo aparece la ciudad en construcción. Se está construyendo la ciudad del futuro, la de la paz y el amor, pero en este proceso mucha gente muere. Aparecen aquí representadas todas las personas que han perdido la vida en la lucha por conseguir un mundo mejor y más justo. A este canto al caído anónimo, se une la muerte más incomprensible de todas, la muerte del Inocente, de Jesucristo. Esta visión cargada de pesimismo cambia ante la presencia de la ciudad, lo que significa que la muerte de tanto inocente no es tan absurda.
Este muro recoge los cuatro caballos del Apocalipsis aunque desde un punto de vista expresionista. Aparecen dos caballos en primer plano y otros dos en el fondo, tanto a la derecha como a la izquierda. El último libro de la Biblia, el Apocalipsis, dice que el primer caballo es blanco y quien lo montaba tenía un arco. En lugar de un arco Egaña lo dibuja con una espada. El segundo caballo es de color rojo y al que cabalgaba sobre él le fue concedido el poder de desterrar la paz de la tierra. Es el caballo rojo en primer plano y simboliza la guerra. Para representarla el artista recurre también a un elemento más acorde con las guerras actuales como es el avión. En este caso deja una estela rojiza a su paso simbolizando el asesinato y la violencia. Quien montaba al tercer caballo, negro, tenía una balanza en la mano y metaforiza el hambre. Por último, sobre el cuarto caballo cabalgaba quien tenía por nombre Mortandad, refiriéndose a la peste. En un solo panel Egaña plasmó la situación en la que está sumida la humanidad: una ciudad que la guerra, el hambre, la violencia, el mal y la muerte han invadido.
La imagen de la Virgen de Arantzazu es para Egaña el momento en el que esa angustia del cuarto mural empieza a transformarse en esperanza. Y como consecuencia en este muro representa a la pareja de los murales siete y ocho a los pies de la cruz. La mujer embarazada representa al ser humano que nunca pierde la esperanza. La muerte más injusta de todas, la de Jesucristo, es la semilla que llena los corazones de los creyentes de esperanza de que un nuevo mundo es posible. Como dijo el propio artista, la mujer aparece “preñada de esperanza”.
Este muro recoge los cuatro caballos del Apocalipsis aunque desde un punto de vista expresionista. Aparecen dos caballos en primer plano y otros dos en el fondo, tanto a la derecha como a la izquierda. El último libro de la Biblia, el Apocalipsis, dice que el primer caballo es blanco y quien lo montaba tenía un arco. En lugar de un arco Egaña lo dibuja con una espada. El segundo caballo es de color rojo y al que cabalgaba sobre él le fue concedido el poder de desterrar la paz de la tierra. Es el caballo rojo en primer plano y simboliza la guerra. Para representarla el artista recurre también a un elemento más acorde con las guerras actuales como es el avión. En este caso deja una estela rojiza a su paso simbolizando el asesinato y la violencia. Quien montaba al tercer caballo, negro, tenía una balanza en la mano y metaforiza el hambre. Por último, sobre el cuarto caballo cabalgaba quien tenía por nombre Mortandad, refiriéndose a la peste. En un solo panel Egaña plasmó la situación en la que está sumida la humanidad: una ciudad que la guerra, el hambre, la violencia, el mal y la muerte han invadido.
Una pareja se ve en primer plano y la ciudad, que ha venido construyéndose a lo largo de la historia de la humanidad y en los muros anteriores aparecía ocupando un espacio reducido en la parte superior izquierda, ya es más evidente. Otras figuras humanas aparecen y ya no hay muestras de dolor. Ya no hay nadie luchando por la consecución de un mundo mejor. En este mural el Apocalipsis recobra su verdadero sentido y, lejos de significar algo catastrófico, es una fuente de esperanza. La Jerusalén celestial ha llegado y la paz y la felicidad eternas reinarán en adelante. Como dato anecdótico, cabe decir que el artista firmó su obra en este mural ratificando así su actitud optimista: aunque el sufrimiento del ser humano sea grande, Dios no abandona a sus criaturas y la ciudad de la paz y la justicia llegarán algún día.
De la pareja del muro número siete ha nacido un niño que vivirá en un mundo nuevo. Este niño es el ser humano feliz del futuro. La expresión de la pareja ha cambiado profundamente y, frente a la angustia predominante a lo largo de toda la obra, en este mural destaca la suave sonrisa que se dibuja en sus rostros. La viveza de sus colores refleja que lo que antes era dolor se ha transformado ya en paz y amor.